Cultura

La experiencia de un argentino en Villar del Río: "Llegué como visitante y me fui siendo parte de una familia"

La experiencia de un argentino en Villar del Río: "Llegué como visitante y me fui siendo parte de una familia"
Llegar desde Argentina a las fiestas de un pequeño pueblo de Soria supuso un auténtico 'flechazo' para Mauricio Alejandro Spahn. Este argentino encontró en Villar del Río una familia a través de sus tradiciones, costumbres, fe, la barra de un bar, un disfraz de marciano y las icnitas de dinosaurio. A continuación, su testimonio en primera persona. "Llegar a Villar del Río, en la provincia de Soria, la noche de la fiesta temática organizada por la Asociación de la Peseta y el Rosco fue como aterrizar en otro continente. Apenas crucé la plaza, tuve que disfrazarme de extraterrestre. A pesar de no ser fanático de los disfraces, terminé con antenitas en la cabeza. El clima festivo hacía imposible resistirse, incluso con el fresco soriano que, recién llegado de Barcelona, me tomó desprevenido. La familia de Inma, los 'Caracolas', me presentó a medio pueblo. Lo increíble fue la integración inmediata; en cuestión de minutos, saludaba a todos como si fuera un candidato en campaña. He recorrido gran parte de mi Argentina y países de Sudamérica, pero nunca viví algo así: en Villar del Río, uno no se siente visitante, sino un primo lejano que volvió para la fiesta. Como católico practicante, confieso que me chocó ver la ermita de Santa Filomena convertida en barra de discoteca. Sin embargo, enseguida comprendí que aquí la devoción y la alegría conviven. Lo que en Buenos Aires generaría polémica, aquí se resuelve con una caña y un chorizo al pan. Desconocía la historia de Santa Filomena, una mártir del siglo XIX, así que pedí un libro sobre ella. Durante la procesión, los cantos y la emoción fueron palpables; los villarujos cantan con tal devoción que es imposible no emocionarse. La semana fue un torbellino de actividades. Participé en la BTT, aunque hice el tramo más corto. El paisaje, con sus montañas, prados y la famosa ruta de las icnitas, parecía retocado con Photoshop. También visité un pueblo medieval abandonado y disfruté del teatro popular, que me arrancó carcajadas con un funeral cómico. El homenaje a los mayores me conmovió; ese respeto es universal. En Argentina también decimos que los abuelos son 'bibliotecas vivientes'. No me perdí ninguna misa. En la iglesia de Nuestra Señora del Vado, el coro de jóvenes me desbordó de emoción y, al leer las lecturas, las lágrimas contenidas me dificultaron la voz. Las procesiones fueron un espectáculo, como ver a San Juan Bautista 'buscar' a Santa Filomena en su ermita, al estilo de un Romeo y Julieta soriano acompañado por gaiteros. Me sorprendió la subasta de las banzas, las andas de la santa, donde vi a vecinos que se declaran casi ateos pujar con fervor. La cinta bendecida de Santa Filomena alcanzó las 120.000 pesetas. Si tuviera que elegir un lugar que resuma la semana, sería el bar junto a la ermita. Allí se celebra la verdadera cumbre internacional: el alcalde, vecinos, primos, creyentes y ateos. Es la misa más mundana, pero igualmente cargada de humanidad. A la pregunta constante '¿La estás pasando bien?', ya no sabía qué responder. 'Pasarla bien' se queda corto: aquí se vive, se comparte y se siente. Con mis 51 años, lo digo con la mano en el corazón: llegué a Villar del Río como un argentino recién emigrado y me fui siendo parte de una familia. Gracias, Villar del Río. Gracias, Caracolas. Gracias, amor mío".